Conocer qué piensa y cómo actúa el consumidor determinan la investigación de mercado.
Más que su intención de compra, hay que saber cómo decide.
Al occidente de Bogotá, en 9.000 m2, acaba de terminar la construcción del laboratorio empresarial más grande del país y uno de los pocos del mundo. Con una inversión que superó los US$6 millones, en un escenario real, están localizados 3 puntos de venta -entre ellos un supermercado-, una casa inteligente, un centro de distribución, un hospital, un banco y un centro de formación empresarial. Se trata de Logyca, el Centro Latinoamericano de Decisiones Empresariales, un proyecto desarrollado por el Instituto Colombiano de Codificación y Automatización Comercial, IAC, que busca generar conocimiento por medio de pruebas y simulaciones no solo en el campo logístico y de cadenas de abastecimiento, sino también en la comprensión del comportamiento de los consumidores. ¿En qué sentido? Allí, en un entorno controlado, se analiza la conducta de los consumidores frente a una marca, al precio o al empaque, entre otras variables. "En la investigación de mercados tradicional se mide la intención de compra. Con este nuevo instrumento se puede estudiar la decisión de compra real y se acerca mucho más al comportamiento definitivo del consumidor", explica Yara Montaña, directora de desarrollo de nuevos servicios de IAC. Este desarrollo tiene un gran significado hoy. Según María Eugenia Boza, profesora del IESA de Venezuela, en las épocas de dificultades o de estrechez en los mercados, es necesario encontrar herramientas novedosas que proporcionen una comprensión más profunda y precisa del consumidor, su comportamiento, sus modos de pensar y sentir.
Es decir, ir más allá de los rankings. "Aunque las investigaciones tradicionales han sido fundamentales para el desarrollo de las marcas y las categorías en el país, es hora de evolucionar", dice Nelson Garrido, presidente de la central de medios OMD.
Las motivaciones
En los últimos años, Colombia al igual que otros países de América Latina, aumentó dramáticamente sus niveles de pobreza. Según la CEPAL, en Colombia más del 50% de la población es pobre. La crisis económica de finales de la década del 90 hizo que los colombianos cambiaran su modelo de consumo. Por ello, los empresarios deben conocer de nuevo y en forma más directa al consumidor, para adecuar sus ofertas, procesos de innovación y productos.
Y esta puede ser una herramienta adecuada. "Logyca es una revolución en la investigación de mercados porque, a diferencia de la tradicional, se tienen escenarios vivenciales que se pueden manejar como si fueran realities: mirar lo que hace un consumidor en la casa cuando ve un comercial o en el punto de venta cuando sale a comprar", explica Álvaro Ramírez, del Centro de Investigación del Consumidor (CICO), aliado del IAC en el proyecto.
Uno de los errores más frecuentes en mercadeo es trabajar con supuestos sobre los consumidores, tratando de adecuar la oferta de productos a la demanda. Pero para entender el mercado hay que describir el comportamiento de los consumidores, comprender las causas que están detrás de lo observable y analizar las implicaciones de este ejercicio.
Gran parte de las investigaciones se centran en la opinión y en la intención de los consumidores -compraría un producto, adquiría un servicio-. "Lo novedoso de la investigación hoy es que la gente piense, se involucre y se manifieste", dice Garrido.
"Por ese motivo, la investigación debe basarse más en observar que en preguntar. Meterse en el cerebro de las personas es la nueva tendencia en la investigación. Mapear el cerebro del consumidor cuando está frente a un góndola o saber qué piensa cuando se decide por determinado producto, eso es lo que queremos investigar", añade Ramírez.
Pero no se trata solo del comportamiento en el punto de venta frente a una góndola. La habilidad de entender a los clientes no solo influye en las decisiones del departamento de mercadeo, sino en las del de ventas y logística e, incluso, en las relaciones con otras empresas.
"Cualquier decisión de compra tiene muchos factores. Algunos son de precio o de publicidad, pero hay elementos que afectan las ventas: la disponibilidad del producto y que esté exhibido en el momento indicado", dice Montaña, del IAC.
"Hoy se pierde muchísima plata porque en el proceso de la cadena de valor, los productos a veces no llegan a tiempo. No se trata, entonces, solo de una venta perdida sino de un consumidor perdido que puede irse para siempre", agrega.Además, le puede permitir al proveedor y al canal desarrollar nuevas estrategias.
Hoy entre estos dos jugadores, se negocia por volumen, pero rara vez se buscan interacciones para incrementar sus rentabilidades, logrando mezclas de mejores servicios y productos, de acuerdo con las necesidades que plantean los consumidores en estos laboratorios.
Sitios como Logyca no son muy comunes en el mundo. Solo las grandes multinacionales, como Procter & Gamble, los tienen para sus propias investigaciones, pero no los ofrecen al mercado en general. Esta nueva tendencia en las investigaciones puede tener limitaciones iniciales, como el costo. En el caso de Logyca, la tarifa depende del tipo de investigación que se requiera y, en otras, como Arquetipos de Omnicom (ver recuadro) puede ser 10 veces el valor de un focus group. Sin embargo, hay que ir tras los comportamientos que no son conscientes.
Como puntualiza Zayda Torres, presidente de CICO: "Cuando se pregunta en una encuesta, salen muchas respuestas, pero otras se quedan ahí. La ventaja de estos estudios es que involucran aspectos que no son conscientes, pero que están presentes en el comportamiento". Es la meta a donde se quiere llegar.
Logyca en cifras
Los 9.000 m2 construidos están distribuidos así:
- Hospital: 245 m2
- Casa: 120 m2
- Comercio moderno: 1.000 m2
- Autoservicio: 140 m2
- Almacén especializado: 135 m2
- Trastienda: 198 m2
- Centro de formación: 1.800 m2
- Centro de distribución: 1.650 m2
- Oficinas: 1.680 m2
El proyecto costó US$6 millones:
- Inversión IAC: US$2 millones
- Participación de aliados: US$4 millones, que han aportado soluciones
tecnológicas para la cadena de valor en equipos de hardware e infraestructura,
software y servicios.
Contactos y arquetipos
Así explica Bernardo Builes, director de SinDogma, del grupo de comunicaciones Omnicom, y aliado de las empresas locales BrandStrat y Retos & Talentos, las nuevas tendencias de investigaciones que se desarrollan en el mundo.
"Seguramente, en el futuro vamos a estar en estudios genéticos, descubriendo el ADN del consumidor y de los modelos de consumo", agrega. La primera de las nuevas investigaciones se llama Contactos. Se trata de una actividad en un ambiente lúdico -un juego de cartas y sin cuestionarios tradicionales- durante la cual se miden los puntos y medios de contacto de las personas analizadas frente a determinadas marcas y al consumo para establecer cuáles son los medios más potentes. No solo se estudian los medios tradicionales, sino que empiezan a descubrirse otros que permiten pensar en forma más estratégica, como el voz a voz. De este instrumento se han tomado 1.500 mediciones para un estudio de grandes superficies.
El segundo es una cabina arquetípica y busca llegar al cerebro del consumidor. "El neuromercadeo está basado en neurociencia, al final todos los estímulos impulsan instintos y conciencias", afirma Builes.Durante 7 horas se reúne un grupo de cerca de 20 personas en una cabina con paredes blancas. Sobre esas paredes se proyectan estímulos para determinar las reacciones del grupo. "Así como ellos tienen comportamiento, el analista tiene observación basada en los comportamientos intuitivos, instintivos y racionales, cuando antes se hablaba de preferencias, actitudes y gustos", agrega Builes.
Miedo a las alturas
El filósofo Alain de Botton sostiene que la gente busca el estatus para acceder al
reconocimiento de los demás. Para muchos esta es una historia de amor no correspondido.
Imagínese un edificio de seis pisos. Es el edificio X y en cada piso hay un grupo de trabajadores. Los del cuarto quieren estar en el nivel inmediatamente superior y su mayor temor es que un día desciendan al tercero. Esta situación se repite en todos los estratos de la compañía. La mayoría busca subir para alcanzar estatus pues de esta manera tendrán el aprecio de los demás. El miedo a caer o a no llegar a la cima genera lo que el filósofo Alain de Botton ha denominado ansiedad por el estatus, un mal que agobia a la sociedad moderna y que sirvió de tema para su más reciente libro. Según el autor, la lucha por conquistar el amor de los demás no es muy diferente de la que libra un hombre por el amor de una mujer. "No tiene el componente sexual pero no deja de ser tan intensa, complicada y dolorosa". Todos quieren saborear el estatus porque la recompensa es grata. "Uno tiene recursos, libertad, espacio, comodidad, tiempo y quizás algo igual de importante: la sensación de que le cuidan y de que se le tiene en consideración, lo cual se expresa mediante invitaciones, halagos, risas (incluso cuando la broma no tiene gracia), deferencia y atención". La condición opuesta, es decir, ser un "don nadie", es espantosa y lleva a cualquiera a la infelicidad. "No se les ve, se les trata
bruscamente, se pisotea su complejidad y se hace caso omiso de su identidad". Si bien esta situación se da en todos los aspectos de la vida, es en el trabajo donde puede llegar a ser más notorio. Las oficinas son lugares donde algunas veces se siente miedo, miedo a no ser promovido y miedo a ser rechazado. En entrevista con SEMANA, De Botton explicó que los trabajadores son máquinas para sus jefes y el trabajo depende de lo que cada cual haga, no de su forma de ser. En un mundo ideal, la gente trabajaría en pequeñas compañías donde no hay tantas jerarquías ni luchas por escalar. "Pero una empresa hoy se parece a las cortes reales del siglo XVII. Hay muchos peleando por muy pocos puestos y el resultado es mucho estrés y ansiedad". A esta sensación ha contribuido el sueño americano, cuyo lema es "sea todo lo que usted puede ser". Pero según De Botton, esto es un engaño ya que el sistema de jerarquías de la sociedad occidental ha sido rígido y, excepto en contadas excepciones, ha permitido muy poco movimiento social. La autoestima se maltrata cuando alguien cree que puede llegar a la cima y conquistar el mundo y no lo logra. La frustración de no cumplir esas expectativas tan altas lleva a tener una imagen muy pobre de sí mismos. El ego, dice, "es un globo con grietas, siempre necesitado de amor externo para mantenerse inflado y siempre vulnerable a los más nimios pinchazos". Para medir este fenómeno sólo hay que percatarse de la proliferación de dos tipos de libros: unos para lograr el éxito y otros para elevar la autoestima, los que la gente va adquiriendo según el grado de optimismo o pesimismo que lo invada en el momento. "Tienen títulos del tipo 'Cómo ser un multimillonario el próximo viernes' (uno de mis favoritos es 'El coraje de ser rico')", afirma.
Los medios de comunicación tienen parte de la culpa. La sensación de cuál es el límite en la carrera por adquirir riqueza y estatus no se da independiente sino comparando las condiciones de los demás, sobre todo con el grupo que la persona mide como iguales. Son los medios de comunicación los que se encargan de enviar el mensaje de que existe gente que sí puede conseguirlo todo y que no existen límites. "Es muy poco probable que lleguemos a ser tan exitosos como Hill Gates, de la misma forma que no era posible que hubiéramos sido tan poderosos como Luis XIV en el siglo XVII. Desafortunadamente, no parece que fuera imposible dependiendo de la revista que cada cual lea. Lo que uno siente es lo contrario: que es absurdo que aún uno no haya salido con una idea que revolucione el comercio global", sentenció el autor. Los esnobistas cumplen un papel importante en la ansiedad por el estatus. De Botton cuenta que el término empezó a utilizarse en Inglaterra hacia 1820 a raíz de una costumbre que tenían los colegios para diferenciar a los ciudadanos comunes de los aristócratas colocando la nota sine nobilitate (sin nobleza) o s. nob al lado de quienes no tenían abolengo. Con el tiempo el esnobista se fue convirtiendo en todo lo opuesto: una persona que no tolera la falta de estatus de los demás y con sus actitudes reitera que existe una diferencia fundamental en el valor de las cosas, los que discriminan y comparan a la gente por su rango social.
A los esnobistas modernos no les importa la aristocracia sino la profesión que cada cual desarrolla y tienen la tendencia a preguntar: "¿Y tú qué haces?", o "¿tú eres de los Echavarría de Medellín?". Según la respuesta se encantan con la persona y le establecen tema de conversación o le dicen: "Ala, se me hace tarde, me tengo que ir". Los esnobistas son lo opuesto a la madre que adora a su hijo sin importar lo que haga ni cómo lo haga. "Por eso les tenemos tanto miedo a los esnobistas: porque violan nuestro más profundo deseo, que es ser queridos por lo que somos".
Pero esto tiene solución y una manera de lograrlo es hablar más del tema, como lo ha hecho el autor con este libro. De Botton también propone echarle un vistazo a la idea que tenía el cristianismo sobre el estatus, sin que esto signifique volverse religioso o convertirse a este credo. Los cristianos sostienen que el estatus no tiene connotaciones morales, es decir, la posición social no dice nada acerca de quién es cada persona. "Jesús fue el hombre que vivió siendo carpintero y Pilatos,
el pecador que vivió siendo un alto e importante oficial del imperio romano", afirmó. Otro concepto cristiano que puede ayudar es la conciencia que tenían sobre la muerte. De hecho los cristianos colocaban calaveras al lado de objetos materiales para recordar que esta vida no era eterna, que ir tras la fama y la riqueza era un intento banal y que lo mejor era enfocarse en el amor y la humildad.
"La sola idea de la muerte puede dar autenticidad a la vida". Andy Warhol decía que todos tendrían su cuarto de hora de fama. Pero llevar una vida de angustia por 15 minutos de fama parece ser una apuesta poco atractiva. La propuesta de Alain de Botton es que cada cual analice si vale la pena el esfuerzo
Tomado de Internet
Más que su intención de compra, hay que saber cómo decide.
Al occidente de Bogotá, en 9.000 m2, acaba de terminar la construcción del laboratorio empresarial más grande del país y uno de los pocos del mundo. Con una inversión que superó los US$6 millones, en un escenario real, están localizados 3 puntos de venta -entre ellos un supermercado-, una casa inteligente, un centro de distribución, un hospital, un banco y un centro de formación empresarial. Se trata de Logyca, el Centro Latinoamericano de Decisiones Empresariales, un proyecto desarrollado por el Instituto Colombiano de Codificación y Automatización Comercial, IAC, que busca generar conocimiento por medio de pruebas y simulaciones no solo en el campo logístico y de cadenas de abastecimiento, sino también en la comprensión del comportamiento de los consumidores. ¿En qué sentido? Allí, en un entorno controlado, se analiza la conducta de los consumidores frente a una marca, al precio o al empaque, entre otras variables. "En la investigación de mercados tradicional se mide la intención de compra. Con este nuevo instrumento se puede estudiar la decisión de compra real y se acerca mucho más al comportamiento definitivo del consumidor", explica Yara Montaña, directora de desarrollo de nuevos servicios de IAC. Este desarrollo tiene un gran significado hoy. Según María Eugenia Boza, profesora del IESA de Venezuela, en las épocas de dificultades o de estrechez en los mercados, es necesario encontrar herramientas novedosas que proporcionen una comprensión más profunda y precisa del consumidor, su comportamiento, sus modos de pensar y sentir.
Es decir, ir más allá de los rankings. "Aunque las investigaciones tradicionales han sido fundamentales para el desarrollo de las marcas y las categorías en el país, es hora de evolucionar", dice Nelson Garrido, presidente de la central de medios OMD.
Las motivaciones
En los últimos años, Colombia al igual que otros países de América Latina, aumentó dramáticamente sus niveles de pobreza. Según la CEPAL, en Colombia más del 50% de la población es pobre. La crisis económica de finales de la década del 90 hizo que los colombianos cambiaran su modelo de consumo. Por ello, los empresarios deben conocer de nuevo y en forma más directa al consumidor, para adecuar sus ofertas, procesos de innovación y productos.
Y esta puede ser una herramienta adecuada. "Logyca es una revolución en la investigación de mercados porque, a diferencia de la tradicional, se tienen escenarios vivenciales que se pueden manejar como si fueran realities: mirar lo que hace un consumidor en la casa cuando ve un comercial o en el punto de venta cuando sale a comprar", explica Álvaro Ramírez, del Centro de Investigación del Consumidor (CICO), aliado del IAC en el proyecto.
Uno de los errores más frecuentes en mercadeo es trabajar con supuestos sobre los consumidores, tratando de adecuar la oferta de productos a la demanda. Pero para entender el mercado hay que describir el comportamiento de los consumidores, comprender las causas que están detrás de lo observable y analizar las implicaciones de este ejercicio.
Gran parte de las investigaciones se centran en la opinión y en la intención de los consumidores -compraría un producto, adquiría un servicio-. "Lo novedoso de la investigación hoy es que la gente piense, se involucre y se manifieste", dice Garrido.
"Por ese motivo, la investigación debe basarse más en observar que en preguntar. Meterse en el cerebro de las personas es la nueva tendencia en la investigación. Mapear el cerebro del consumidor cuando está frente a un góndola o saber qué piensa cuando se decide por determinado producto, eso es lo que queremos investigar", añade Ramírez.
Pero no se trata solo del comportamiento en el punto de venta frente a una góndola. La habilidad de entender a los clientes no solo influye en las decisiones del departamento de mercadeo, sino en las del de ventas y logística e, incluso, en las relaciones con otras empresas.
"Cualquier decisión de compra tiene muchos factores. Algunos son de precio o de publicidad, pero hay elementos que afectan las ventas: la disponibilidad del producto y que esté exhibido en el momento indicado", dice Montaña, del IAC.
"Hoy se pierde muchísima plata porque en el proceso de la cadena de valor, los productos a veces no llegan a tiempo. No se trata, entonces, solo de una venta perdida sino de un consumidor perdido que puede irse para siempre", agrega.Además, le puede permitir al proveedor y al canal desarrollar nuevas estrategias.
Hoy entre estos dos jugadores, se negocia por volumen, pero rara vez se buscan interacciones para incrementar sus rentabilidades, logrando mezclas de mejores servicios y productos, de acuerdo con las necesidades que plantean los consumidores en estos laboratorios.
Sitios como Logyca no son muy comunes en el mundo. Solo las grandes multinacionales, como Procter & Gamble, los tienen para sus propias investigaciones, pero no los ofrecen al mercado en general. Esta nueva tendencia en las investigaciones puede tener limitaciones iniciales, como el costo. En el caso de Logyca, la tarifa depende del tipo de investigación que se requiera y, en otras, como Arquetipos de Omnicom (ver recuadro) puede ser 10 veces el valor de un focus group. Sin embargo, hay que ir tras los comportamientos que no son conscientes.
Como puntualiza Zayda Torres, presidente de CICO: "Cuando se pregunta en una encuesta, salen muchas respuestas, pero otras se quedan ahí. La ventaja de estos estudios es que involucran aspectos que no son conscientes, pero que están presentes en el comportamiento". Es la meta a donde se quiere llegar.
Logyca en cifras
Los 9.000 m2 construidos están distribuidos así:
- Hospital: 245 m2
- Casa: 120 m2
- Comercio moderno: 1.000 m2
- Autoservicio: 140 m2
- Almacén especializado: 135 m2
- Trastienda: 198 m2
- Centro de formación: 1.800 m2
- Centro de distribución: 1.650 m2
- Oficinas: 1.680 m2
El proyecto costó US$6 millones:
- Inversión IAC: US$2 millones
- Participación de aliados: US$4 millones, que han aportado soluciones
tecnológicas para la cadena de valor en equipos de hardware e infraestructura,
software y servicios.
Contactos y arquetipos
Así explica Bernardo Builes, director de SinDogma, del grupo de comunicaciones Omnicom, y aliado de las empresas locales BrandStrat y Retos & Talentos, las nuevas tendencias de investigaciones que se desarrollan en el mundo.
"Seguramente, en el futuro vamos a estar en estudios genéticos, descubriendo el ADN del consumidor y de los modelos de consumo", agrega. La primera de las nuevas investigaciones se llama Contactos. Se trata de una actividad en un ambiente lúdico -un juego de cartas y sin cuestionarios tradicionales- durante la cual se miden los puntos y medios de contacto de las personas analizadas frente a determinadas marcas y al consumo para establecer cuáles son los medios más potentes. No solo se estudian los medios tradicionales, sino que empiezan a descubrirse otros que permiten pensar en forma más estratégica, como el voz a voz. De este instrumento se han tomado 1.500 mediciones para un estudio de grandes superficies.
El segundo es una cabina arquetípica y busca llegar al cerebro del consumidor. "El neuromercadeo está basado en neurociencia, al final todos los estímulos impulsan instintos y conciencias", afirma Builes.Durante 7 horas se reúne un grupo de cerca de 20 personas en una cabina con paredes blancas. Sobre esas paredes se proyectan estímulos para determinar las reacciones del grupo. "Así como ellos tienen comportamiento, el analista tiene observación basada en los comportamientos intuitivos, instintivos y racionales, cuando antes se hablaba de preferencias, actitudes y gustos", agrega Builes.
Miedo a las alturas
El filósofo Alain de Botton sostiene que la gente busca el estatus para acceder al
reconocimiento de los demás. Para muchos esta es una historia de amor no correspondido.
Imagínese un edificio de seis pisos. Es el edificio X y en cada piso hay un grupo de trabajadores. Los del cuarto quieren estar en el nivel inmediatamente superior y su mayor temor es que un día desciendan al tercero. Esta situación se repite en todos los estratos de la compañía. La mayoría busca subir para alcanzar estatus pues de esta manera tendrán el aprecio de los demás. El miedo a caer o a no llegar a la cima genera lo que el filósofo Alain de Botton ha denominado ansiedad por el estatus, un mal que agobia a la sociedad moderna y que sirvió de tema para su más reciente libro. Según el autor, la lucha por conquistar el amor de los demás no es muy diferente de la que libra un hombre por el amor de una mujer. "No tiene el componente sexual pero no deja de ser tan intensa, complicada y dolorosa". Todos quieren saborear el estatus porque la recompensa es grata. "Uno tiene recursos, libertad, espacio, comodidad, tiempo y quizás algo igual de importante: la sensación de que le cuidan y de que se le tiene en consideración, lo cual se expresa mediante invitaciones, halagos, risas (incluso cuando la broma no tiene gracia), deferencia y atención". La condición opuesta, es decir, ser un "don nadie", es espantosa y lleva a cualquiera a la infelicidad. "No se les ve, se les trata
bruscamente, se pisotea su complejidad y se hace caso omiso de su identidad". Si bien esta situación se da en todos los aspectos de la vida, es en el trabajo donde puede llegar a ser más notorio. Las oficinas son lugares donde algunas veces se siente miedo, miedo a no ser promovido y miedo a ser rechazado. En entrevista con SEMANA, De Botton explicó que los trabajadores son máquinas para sus jefes y el trabajo depende de lo que cada cual haga, no de su forma de ser. En un mundo ideal, la gente trabajaría en pequeñas compañías donde no hay tantas jerarquías ni luchas por escalar. "Pero una empresa hoy se parece a las cortes reales del siglo XVII. Hay muchos peleando por muy pocos puestos y el resultado es mucho estrés y ansiedad". A esta sensación ha contribuido el sueño americano, cuyo lema es "sea todo lo que usted puede ser". Pero según De Botton, esto es un engaño ya que el sistema de jerarquías de la sociedad occidental ha sido rígido y, excepto en contadas excepciones, ha permitido muy poco movimiento social. La autoestima se maltrata cuando alguien cree que puede llegar a la cima y conquistar el mundo y no lo logra. La frustración de no cumplir esas expectativas tan altas lleva a tener una imagen muy pobre de sí mismos. El ego, dice, "es un globo con grietas, siempre necesitado de amor externo para mantenerse inflado y siempre vulnerable a los más nimios pinchazos". Para medir este fenómeno sólo hay que percatarse de la proliferación de dos tipos de libros: unos para lograr el éxito y otros para elevar la autoestima, los que la gente va adquiriendo según el grado de optimismo o pesimismo que lo invada en el momento. "Tienen títulos del tipo 'Cómo ser un multimillonario el próximo viernes' (uno de mis favoritos es 'El coraje de ser rico')", afirma.
Los medios de comunicación tienen parte de la culpa. La sensación de cuál es el límite en la carrera por adquirir riqueza y estatus no se da independiente sino comparando las condiciones de los demás, sobre todo con el grupo que la persona mide como iguales. Son los medios de comunicación los que se encargan de enviar el mensaje de que existe gente que sí puede conseguirlo todo y que no existen límites. "Es muy poco probable que lleguemos a ser tan exitosos como Hill Gates, de la misma forma que no era posible que hubiéramos sido tan poderosos como Luis XIV en el siglo XVII. Desafortunadamente, no parece que fuera imposible dependiendo de la revista que cada cual lea. Lo que uno siente es lo contrario: que es absurdo que aún uno no haya salido con una idea que revolucione el comercio global", sentenció el autor. Los esnobistas cumplen un papel importante en la ansiedad por el estatus. De Botton cuenta que el término empezó a utilizarse en Inglaterra hacia 1820 a raíz de una costumbre que tenían los colegios para diferenciar a los ciudadanos comunes de los aristócratas colocando la nota sine nobilitate (sin nobleza) o s. nob al lado de quienes no tenían abolengo. Con el tiempo el esnobista se fue convirtiendo en todo lo opuesto: una persona que no tolera la falta de estatus de los demás y con sus actitudes reitera que existe una diferencia fundamental en el valor de las cosas, los que discriminan y comparan a la gente por su rango social.
A los esnobistas modernos no les importa la aristocracia sino la profesión que cada cual desarrolla y tienen la tendencia a preguntar: "¿Y tú qué haces?", o "¿tú eres de los Echavarría de Medellín?". Según la respuesta se encantan con la persona y le establecen tema de conversación o le dicen: "Ala, se me hace tarde, me tengo que ir". Los esnobistas son lo opuesto a la madre que adora a su hijo sin importar lo que haga ni cómo lo haga. "Por eso les tenemos tanto miedo a los esnobistas: porque violan nuestro más profundo deseo, que es ser queridos por lo que somos".
Pero esto tiene solución y una manera de lograrlo es hablar más del tema, como lo ha hecho el autor con este libro. De Botton también propone echarle un vistazo a la idea que tenía el cristianismo sobre el estatus, sin que esto signifique volverse religioso o convertirse a este credo. Los cristianos sostienen que el estatus no tiene connotaciones morales, es decir, la posición social no dice nada acerca de quién es cada persona. "Jesús fue el hombre que vivió siendo carpintero y Pilatos,
el pecador que vivió siendo un alto e importante oficial del imperio romano", afirmó. Otro concepto cristiano que puede ayudar es la conciencia que tenían sobre la muerte. De hecho los cristianos colocaban calaveras al lado de objetos materiales para recordar que esta vida no era eterna, que ir tras la fama y la riqueza era un intento banal y que lo mejor era enfocarse en el amor y la humildad.
"La sola idea de la muerte puede dar autenticidad a la vida". Andy Warhol decía que todos tendrían su cuarto de hora de fama. Pero llevar una vida de angustia por 15 minutos de fama parece ser una apuesta poco atractiva. La propuesta de Alain de Botton es que cada cual analice si vale la pena el esfuerzo
Tomado de Internet
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